miércoles, 31 de diciembre de 2014

¡¡¡Otra vez aquí y tan de seguido que no me lo puedo creer!!!
Pero tengo excusa, esta noche comenzaremos el 2015 y sé que es la primera vez que una bruja malvada os va a desear un buen 2015, aunque no de la forma tradicional....ejem, ejem....

Os deseo pasión y maldades que os hagan reír hasta llorar.
Noches oscuras y días gamberros.
Rebeldía.
Picardía.
Y de nuevo pasión, de esa que nos ayuda a cumplir sueños y salir de la rutina. Pasión que nos mantenga activos y nos haga abrir los ojos por la mañana con ganas de comernos el mundo.

¿Algo más?
Claro que sí, no dudéis que esta noche, cuando esteis comiendo las uvas, mi magia malvada hará su efecto y alguno de vosotros se atragantará con y escupirá pepitas y salivas al que tenga enfrente.
No os ahogaréis, por supuesto, pero me reiré de lo lindo cuando os vea a través de mi espejo mágico.
Y seré feliz :-)

Besos y mordiscos mis lectores. ¡¡Que  disfrutéis!!

lunes, 29 de diciembre de 2014

Hola, hola!!!!

Cuanto tiempo sin pasarme por aquí, brujos y brujas, lobos y lobas, pero es que no he tenido mucho tiempo: que si el burger, que si las fiestas, que si, que si.... Si, soy especialista en crear excusas, pero esta es muy, muy cierta ¡pero he vuelto por navidad! Y con motivo de las fiestas y la muy cercana entrada a un nuevo año vengo a contaros ciertas tradiciones que hago y hacemos en mi familia a lo largo de los meses.

¿Empiezo por la navidad? Si, por supuesto.


  • El día 25 comenzamos con la quedada para cenar, pero antes de llenarnos el buche y casi reventar de tanta comida como hacen mis tías, mi madre y mi abuela, nos salimos a la calle y nos echamos nieve de mentira unos a otros. No penséis que es algo gracioso e inofensivo, o que sólo se hace los años en los que nieva (en mi pueblo apenas ocurre) compramos botes de espuma blanca y como si fuera el fin del mundo, abrimos una guerra unos contra otros. A veces vamos por libre como mercenarios, otras, nos unimos para derrotar a los más cabrones de mis primos. 
Sólo hay una norma: No echarse espuma en la cara y en los ojos, y como os podéis imaginar...nunca, nunca se cumple.


  • Esa misma noche, tras la cena y el postre, llega la tarta de la cumpleañera, mi tía Nati nació el 26 de diciembre (muy acertada la niña) se abren regalos, comemos tarta y después......JUGAMOS AL BURRO. Si, lo sé, parece una gilipollez, pero aventurarse a jugar con la baraja en mi casa es tener que enfrentarte a marrulleros, tramposos y pillos. Eso de mirar las cartas del compañero y por debajo de la mesa darnos las que nos faltan para cantar "borrico" nos encanta, y quién llegue el último ya sabe lo que toca.
Después nos entretenemos con las películas y cualquier otro juego de mesa.

  • Y para terminar la noche, vamos a casa de la cumpleañera, hacemos equipos y nos picamos jugando al "party". Rematamos la jornada comiendo chocolate con bizcochos y para la cama, que ya hay sueño.

  • Para el día 31 tampoco falta tradición. Eso sí, la nuestra va aparte de la monería de las uvas, porque....mi prima, mi hermana y yo, una hora antes de las famosas campanadas, nos tomamos las "12 patatas de la suerte". Y suerte nos han tenido que traer porque este año ha sido sorprendente. A las 11 en punto las patatas están cortadas, las cámaras están listas y mi madre esta preparada para hacer sonar la copa como si estuviéramos en la puerta del sol. 
Imaginar si queréis el proceso y el producto final....y por mucho que lo intentéis nunca os haréis una idea de lo guarrismas que somos y como acabamos. Pero es muy divertido


Tenemos más tradiciones curiosas, peculiares y que llevamos disfrutando desde hace años. En San Juan, por ejemplo, vamos al río, nos pegamos un baño, salpicamos a las que tienen frío y quemamos tres deseos después de saltar tres veces una hoguera, o un fuego pequeño en un cazo (por esas fechas en mi tierra nos prohíben hacer fuego. Sí, queda triste vernos saltar de esa forma, pero quién no se conforma es porque no quiere jejeje)


  • En agosto, la lluvia de estrellas es sagrada para nosotros. La hemos visto en días nublados, con la luna llena y en noches despejadas. Desde los molinos, en mitad de un camino echadas en mantas, comidas por mosquitos en el río...de mil formas y en mil lugares, pero siempre es muy satisfactorio.



  • Y por último, la más reciente (creo que no se me olvida ninguna tradición más) celebrar la fiestas de Samhain. Cenita terrorífica, disfraces y juegos. Con lo de terrorífica me refiero a que intentamos hacer comidas extrañas y que tengas formas que nos recuerden a halloween. 
¿¿Y vosotros tenéis alguna tradición divertida??

Por cierto, amigos, tengo historias en mente, he vuelto a escribir, espero dar noticias pronto....espero jejeje. 
Mordiscos y besos

martes, 25 de noviembre de 2014

Para un día de lluvia y tormentas nada mejor que un buen cuento.
¡¡Que disfrutéis!!


Por culpa de la lasaña




Nunca he creído demasiado en los flechazos, supongo que ser bombardeada desde pequeñas por las más variopintas y sensibleras películas románticas ha ayudado a que sea un poco cínica. Nunca nos enseñan las segundas partes de esos amores épicos que traspasan fronteras, épocas y hasta la muerte si es necesario.

No diré que no las he visto porque mentiría como una bellaca, e incluso he leído alguna que otra novela, pero digamos, por ser correctos, que no creo en nada de todo eso. Patochadas y memeces, nada más, porque no hay príncipes azules esperando a la vuelta de la esquina, ni ningún caballero andante que me salve de las dificultades de la vida. Siempre he sido yo la que ha batallado contra gigantes y demonios, la que ha sobrevivido a varios finales del mundo vaticinados por  lumbreras y aguantado el chaparrón de padres, profesores, jefes y demás imbéciles por el estilo... Sola. Y sigo vivita y coleando.

No he visto brillos especiales en la mirada de ninguna persona. Jamás he sentido mariposillas en el estómago o los deseos irrefrenables de caer rendida en los brazos de algún macizo macarra con buen corazón. Tengo veintiocho años y tal vez sea rara, pero hasta ahora...he sido feliz. 

Aún no tengo muy claro cómo pudo pasar; no sé si esa noche los planetas se alinearon, si un cúmulo de energías se concentró sobre mi casa, si se fragmentó una línea del tiempo o es que me volví idiota por cenar lasaña. Barajé todas y cada una de las posibilidades cuando al despertar, tiritando de frío, me encontré en un lugar que no era ni mi casa, ni mi cama.
Una cosa estaba clara, todo tenía que ser un sueño. O eso mismo era lo que deseaba pensar al mirarme y ver que estaba vestida con mi pijama de verano estampado con vaquitas, en un lugar que no conocía y descalza. Miré a mi alrededor, si estaba soñando podía ir a cualquier sitio ¿no? Pero nada de lo que alcanzaba a ver atraía mi atención de forma positiva. Tres caminos posibles y los tres cubiertos de piedrecitas pequeñas y puntiagudas (una delicia para mis pies delicados)
Cerré los ojos e intenté visualizarme con unas deportivas y una chaqueta, pero eso de controlar los sueños nunca ha sido mi fuerte, así que cuando volví abrirlos estaba con las mismas pintas de idiota y además, con cara de zopenca.
Eché andar por el camino de la izquierda, la luna apenas daba luz suficiente para iluminar mis pasos pero me resigné, nunca había sido miedosa y no corría ningún tipo de peligro; al fin y al cabo los sueños, simplemente, sueños son....

Una eternidad después y con un dolor terrible de pies vi cómo me acercaba a un pueblucho de mala muerte. Ni en mis mejores imaginaciones podría haber inventado algo así, supongo que en sueños soy mucho más ocurrente que despierta.

Un par de gatos con mirada de malaleche y un perro me dieron la bienvenida, el resto, eran muros de barro y paja, humo saliendo de chimeneas y olor a suciedad e inmundicia. Avancé con recelo y casi piso a un tipo inconsciente en el suelo, sé que estaba inconsciente y no muerto porque roncaba como un mulo. Lo sorteé y seguí hacia delante hasta acabar parada frente a una especie de posada de la que salía mucho ruido y olor a comida. Fruncí el ceño, aquél sueño cada vez me parecía más real y no me gustaba ni un pelo. No me dio tiempo de decidir si continuar mi vagabundeo o entrar,  cuando la puerta se abrió y vi salir a un tipo enorme y una mujer agarrada a su cuello. Ambos me miraron, ella riéndose como una idiota y él mirándome con un interés que me resultó bastante desagradable. Mi escasa ropa de pijama no ayudaba.

¿Cuánto? su voz estaba enronquecida y gastada, debido al alcohol y a los excesos segurísimo.

¿Perdón? no había entendido bien.

¿Cuánto pides por toda la noche?

Avanzaron hacia mí y a cada paso que daban yo retrocedía otro, hasta que mi espalda dio con algo rugoso que me impidió seguir retrocediendo. Sé que he dicho que nunca he sido miedosa, pero en esos momentos sentía el pavor recorriendo mi cuerpo ¡¡¿Cómo podía estar pasándolo tan mal en un sueño!!?

─No seas tonta, lo pasaremos bien ─dijo la mujer que seguía riendo.

Me sentí acorralada, sobre todo cuando se quedaron a dos palmos de mí, olían a cerveza y a grasa. Me entraron ganas de vomitar pero antes incluso de tener la primera arcada el hombre me cogió por la muñeca y tiró de mí. Intenté zafarme de él, pero me había agarrado con demasiada fuerza. A pesar del miedo y la tensión, conseguí dar lucidez a mi mente y reaccioné de forma universal: patada en la espinilla y a correr.
Lo escuché maldecir a mis espaldas y a la mujer reír estrepitosamente, pero no me paré para ver el espectáculo, corrí cuanto me permitieran mis cortas piernas temiendo que me persiguiera y me alcanzara cuando se recuperara. Tropecé con mis propios pies y caí sobre un charco lleno de barro, pero me puse en pie como un muelle, seguí corriendo y me escondí detrás de unos matorrales ¡¡Di gracias a la genética de mis padres por lo retaco que soy!!
Recobré el aliento tras unos minutos y escudriñé los alrededores. No vi nada ni a nadie que me hubiera seguido y me permití respirar tranquila, aunque tenía claro que no volvería por ese lado ni de coña. Así que me giré muy despacio, al estilo de las protagonistas tontas de las películas de terror, y me fijé, con los ojos desorbitados en el paisaje que me daba la bienvenida.
Un escalofrió me recorrió la espalda, no estaba ante un bosque despejado y abierto como el de los dibujos de Disney ¡eso habría sido un milagro en la situación en la que me encontraba! La baja niebla daba un aspecto retorcido a las ramas de los árboles, que parecían sufrir de dolor y las telarañas brillantes de rocío no hacían si no aumentar mi ansiedad. Y aun así, algo dentro de mí, supongo que la maldita curiosidad (esa que mató al gato) me hizo avanzar por ese ambiente sacado de una novela de Stephen King.

Caminé durante más de una hora, el sol ya había salido pero apenas alcanzaba a verlo a través de los gigantescos árboles que me rodeaban. Y no, la situación no podía empeorar, iba sudada, cubierta de  pegajosas telarañas y de barro pestilente. Desde que había entrado en aquél “maravilloso” bosque no habían parado de picarme tábanos del tamaño de mi cabeza y me dolía todo el cuerpo. Aquella caminata no tenía nada de gracioso y en nada se parecía a los cuentos de hadas en los que cantaban los pajarillos y las ardillas eran tus amigos. El pijama se me había enganchado una docena de veces entre las ramas y tenía los brazos y las piernas llenas de arañazos, como si un gato salvaje se hubiera enzarzado conmigo en una pelea. Y mis pies ¡¡pobres de mis pies!! Me dolían a morir. Si no me hubiera perdido hubiera vuelto sobre mis pasos hasta llegar de nuevo aquél pueblucho, que ahora se me antojaba una bendición de los dioses.
Terminé por sentarme, agotada, en el saliente de una roca. No tenía ni la más remota idea de la hora que era, pero empezaba hacer calor y sentía un asco hacía mi misma que estaba comenzando a hartarme. Tenía un hambre de mil demonios y el tirante dichoso del pijama no paraba de resbalar por mi hombro cada dos por tres ¡¡Todo era desquiciante!!
Intenté relajarme, a pesar de los chorros de sudor que me corrían por la frente; conté hasta diez con los ojos cerrados, respiré profundamente y cuando los abrí... ahí estaba la belleza de aquél lugar. Árboles centenarios con diferentes tonalidades de verde, el sonido de la naturaleza, de los pájaros... Llegué a olvidar, durante unos instantes, mi pelo estropajoso, las uñas rotas, el pijama hecho jirones y mis pies amoratados. Aunque la belleza, no impidió que me asustara cuando escuché algo parecido a pasos detrás de mí ¡El momento mágico había pasado! Y todo ocurrió en cadena...

Con el susto me eché hacia atrás, deslizándome sobre la piedra y cayendo de culo sobre un montón de hojarasca seca. Me puse en pie entre maldiciones y la camiseta volvió a engancharse, esta vez con una zarza cubierta de espinas de la que intenté desprenderme de un tirón bestial que me hizo tropezar con mis propios pies, perder el equilibrio y, de nuevo, caer; esta vez a cámara lenta.
Juro que vi la piedra en la caída, pero me resultó imposible sortearla y me la clavé en el costado.

Con la caída el bosque se llenó de ruidos, animales invisibles a mis ojos huían en desbandada por el escándalo que había montado en cuestión de segundos. Quizás en otro momento me hubiera reído de mi misma, porque estaba despatarrada en el suelo, cubierta de hojas secas y con un dolor terrible de culo. Pero en aquél preciso momento solo tenía ganas de llorar ¿por qué no me despertaba? Alguien me había maldecido o quizás la lasaña que había cenado estaba en mal estado y aquello era producto de los delirios de mi mente enferma. Nada tenía sentido, así que me armé de paciencia y me puse en pie ¡no me quedaba otra! Intenté limpiar el destrozo de pijama, pero a esas alturas resultaba imposible. Se veía parte de mi ombligo por el desgarrón que había causado mi caída y las vacas, de tanta suciedad, parecían gorrinos que se habían rebozado en barro ¡aquello era un despropósito!

Cuando acabé de compadecerme a mí misma levanté la mirada y lo encontré frente a mí.
Se me aceleró el corazón.
Yo no soy chica de campo ¿qué podía hacer frente a un animal como aquél? Su cornamenta medía al menos dos metros y sus ojos estaban fijos en mí ¡en mí! ¿Debía huir? Tenía ganas de gritar y correr hacía cualquier parte, pero temía que arremetiera con sus cuernos y me dejara aún más gilipollas de lo que ya era por naturaleza, así que hice lo único que tenía sentido... esperar a que se fuera. Pero las cosas, desde que había empezado ese desagradable sueño no estaban saliendo como esperaba por lo que cuando lo vi acercarse a mí y abrir su terrible boca cerré los ojos y me esforcé en despertar. Y seguí esforzándome hasta que sentí como tiraban de mi insistentemente. Abrí un ojo con miedo, el ciervo, o lo que fuera aquello, tiraba de mi pijama hacía él (en los documentales de la dos no te preparan para algo como aquello) Estaba agotada, mental y físicamente, así que me deje llevar.

Empecé a sentirme estúpida nada más dar los primeros pasos, pero ¿qué podía perder? Me moría de hambre, de sed y comenzaba hacerme pis, pero tal vez, como estaba en un sueño, me llevara a algún lugar paradisíaco.... Tal vez.
Una media hora después, ya estaba lamentándome de nuevo, pero no me apetecía perderle de vista así que intentaba dar zancadas a la vez que juntaba las piernas todo lo que podía para no mearme encima ¡Aquello era horroroso! 

Llegamos a marchas forzadas hasta el límite del bosque y allí me dejo tirada, porque echó a correr (y por ahí sí que no pasaba) y a chorro tirao me encontré mirando como una tonta ¡¡una cueva!! ¿Eso es lo que me quería mostrar el puñetero ciervo?
Durante el paseo me había auto convencido de que en los sueños todo pasa por una razón y que los animales suelen guiarte hacia senderos espirituales que te iluminan pero...¡¡Buaaa!! Tonterías nada más y allí estaba, meandome viva, exhausta y hasta el c..., parada frente a una puñetera caverna de la prehistoria.

Pero no sería yo la que metiera un pie en ese asqueroso sitio. Miré hacia el cielo, encomendando mi alma al dios Morfeo y suplicándole despertar, cuando vi que empezaba a oscurecer (en mi mundo onírico no se regían las mismas reglas que en el mundo real) Si no hacía fuego iba a quedarme a oscuras y no era una idea muy atractiva, así que después de echar una meada que hubiera cronometrado de haber tenido reloj, reuní todos los palos que pude encontrar y ¡¡allí me tenías, con casi treinta tacos, en cuclillas e intentando encender un fuego al estilo boy scout!! Quince minutos después había conseguido que una pequeña chispa prendiera unos pajotes y surgiera una llama pequeña y amarilla y un rato después ya estaba calentándome con una fogata que nada tenía que envidiar a las hogueras de San Juan.

Pero...fiel a la ley de Murphy y teniendo en cuenta que desde que había llegado aquél lugar nada había salido bien, las cosas podían empeorar. Sentí como dos goterones de agua fría me caían sobre la piel, miré hacia las nubes y lo vi: Un aguacero de mil demonios se abalanzaba sobre mí. Sin pararme a pensar cogí un puñado de troncos y corrí hacia la cueva ¡al carajo con mis reticencias anteriores! Y me choqué contra un muro, una piedra o algo muy duro y caí panza arriba, como las cucarachas, con los palos ardiendo aún lado y una conmoción cerebral de manual en mi cabeza. En cuestión de minutos tendría un chichón del tamaño de una moneda de veinte duros. Gemí, no sólo de dolor, sino por la situación absurda que empezaba a desbordarme y aun así, me puse en pie como una jabata, recogiendo con cuidado mi fuego y haciendo caso omiso a aquello con lo que me había golpeado. Un rato después aquél gato de la curiosidad volvía hacer de las suyas ¿con que me habría chocado? ¿Una roca gigante? ¿Un descomunal dragón dormido? Me fui girando poco a poco y en el momento en que mis ojos se toparon con la sombra gigante de lo que me aguardaba en la oscuridad, un relámpago iluminó la cueva y retrocedí espantada al ver a un hombre enorme observarme desde lo alto. Grité como una loca mientras salía a refugiarme entre los árboles, pero los truenos ahogaron mi chillido histérico.

Cinco minutos después, chorreando agua por todos los poros de mi cuerpo y tiritando, fui consciente de que aquél tío no se había movido ni un centímetro. Un nuevo relámpago iluminó la noche y el hombre seguía quietecito como una estatua ¿cómo podía ser posible? Simplemente con el grito que había dado tendría que haber cambiado de postura... Me reí de forma histérica ¿qué más daba? Y avancé, con más miedo que vergüenza, hasta el fuego, dándole la espalda a quien quiera que fuera aquél tipo.
No sabía si le tenía más respeto a la oscuridad que parecía me engulliría en cualquier momento o al hombre petrificado de mi espalda, por lo que, después de un rato y de nuevo seca, me di la vuelta y me enfrente a él (no hay nada mejor para sentirte bien contigo misma que enfrentándote a aquello que te acojona) Pero supongo que una parte de mí se desilusionó, no era un hombre, era una escultura muy realista y gigante, de mandíbula cuadrada y pelo largo. Brazos fuertes y espalda ancha ¡Super realista!
Lo toqué, asegurando que su textura era fría y no cálida como la de cualquier cuerpo humano. También resultaba rugosa, como una roca de montaña y suspiré. Era tremendamente atractivo e inanimado. Toda una decepción. Para un tipo con lo que me gustaría darme un revolcón resulta que es una piedra tallada ¡había que joderse!

Durante un rato reí y lloré, hablándole al “cacho de piedra”; necesitaba desfogar, contarle a “algo” aquella experiencia demencial que estaba teniendo, pero por mucho que me guste hablar, aquello resultaba insuficiente, no había replicas, ni conversación y eso me aburría. Los ojos se me empezaron a cerrar, así que cansada, abrumada por todo aquello y sintiéndome como una estúpida besé los labios de piedra de aquel hombre-roca en un arrebato totalmente infantil.
De verdad pretendía que fuera un simple beso de buenas noches, porque obviamente no imaginaba que cobrara vida delante de mis narices. Pero de forma alucinante en un momento estaba besando algo frío y sin vida y al siguiente unos labios cálidos y suaves me devolvían el beso. ¡Iba a enloquecer! Supongo que me dejé llevar un poco, pero cuando sentí que me rodeaba la cintura me despegué de él como si pinchara y lo miré. Después me miré a mí misma, volví a mirarlo a él y de nuevo dirigí la vista hacia mis pintas de zanguanga y enarqué la ceja con escepticismo.

─¿En serio?

Sonrió. Sus ojos brillaban con excitación y recordé las palabras de mi mejor amiga: “Cuando te ofrecen pasteles de chocolate, hay una voz en tu cabeza que te anima a disfrutar de su sabor ¿no? No puedes negarte a un momentito de placer. Pues con los hombres es lo mismo, cuando uno te gusta y él está interesado en ti...escucha esa voz en tu cabeza y disfruta...”
Y es que esa voz en mi cabeza chillaba ¡y que coño! Estaba en mi sueño, así que sin calentamientos previos ni preliminares me lancé sobre él continuando lo que había dejado a medias. Me sentí una fierecilla y disfruté.

Cuando empezaba a despuntar el día me sentía exhausta; me arropó entre sus brazos y me dejé acariciar con ternura.
Cerré los ojos, prolongué un silencioso bostezo y....


¡Escuché el despertador!
Nunca antes había odiado tanto ese sonido, así que sin molestarme en abrir los ojos (aún intentaba aferrarme al sueño) lo callé a manotazos. Pero finalmente tuve que mirar a mi alrededor para asegurar que estaba, esta vez, en mi casa, en mi cama y en mi desastrosa vida. Me dio los buenos días la pintura descascarillada del techo de mi habitación ¡¡yupi!! Había vuelto a casa. Intenté resignarme y estoy segura de que lo hubiera conseguido si el dolor no me hubiera hecho aullar de dolor al apoyar los pies en el suelo. Los miré y estaban cubiertos de barro y heridas pequeñas. Fui hacia el baño sin atrever a mirarme hasta llegar al espejo y me agarré con sorpresa al lavabo. Tenía el pelo hecho un asco, como lija, los brazos cubiertos de arañazos y del pijama ni hablamos. Hecho jirones y manchado en cada centímetro de tela. Pero si miraba hacia mi interior tenía que reconocer que estaba contenta, muy contenta y tranquila ¿de verdad aquél sueño había sido real? El polvo había sido magnífico y pensar que, por elementos extraordinarios de la vida podía ser real me llenaba de alegría. Me duché, me embadurné de crema hidratante y fui a trabajar sin ser totalmente consciente de la obsesión que había empezado a formarse en mi cabeza y es que si ese sueño había sido auténtico para mí.... ¡aquél hombre-estatua debía respirar en algún punto del planeta!
Tenía que encontrarlo.

Durante una semana entera esperé volver a soñar con él.
Durante la primera semana entera me dormía entusiasmada y me despertaba con ganas de que la tierra me tragara.
No hubo más sueños, ni más mundos oníricos, ni nada.
Me deprimí y a los dieciséis días aproximadamente no pudo aguantarlo más y cambié de táctica:
Comer y cenar durante casi un mes, íntegro, un buen plato de lasaña. Las probé de todos los sabores y colores. Carne, atún, vegetal...incluso probé con los canelones, pero nada de nada, no había manera.

Un sábado me di cuenta que había perdido el control, sobre todo cuando abrí el frigorífico y vi envases de lasaña por todas partes. Sentí náuseas. Les había cogido un asco que para que las prisas, así que me vestí y salí a comprar, dispuesta a olvidarme de aquél asunto y despejar mi cabeza. Necesitaba que me diera el aire fresco, seguro que si hubiera tenido más amigos “con derecho a roce” no me hubiera obsesionado de esa forma.

De camino al supermercado casi me arrolla un coche al pasar por el paso de cebra, así que le saqué el dedo y grite algún que otro improperio. Entré al súper y cuando paseaba por sus pasillos con el carrito para la compra un tipo alto y monstruoso me empujó y tiré la pila de rollos de papel de cocina. Ni siquiera se dignó ayudarme a levantarme, así que roja como un tomate y totalmente indignada estuve ayudando a uno de los dependientes ¡¡era lo menos que podía hacer!!
Hice compra para todo el mes, tenía pensando encerrarme en casa todo el fin de semana y reventar a base de helado de chocolate y vainilla, así que no me podía faltar de nada. Llegué sin más incidentes junto a la cajera, pagué la cuenta y metí los productos en las endebles bolsas de plástico. Cuando estaba a punto de salir por la puerta..... ¡Pum! La bolsa se rompió y todo cayó al suelo. He de decir que nadie se inmutó en lo más mínimo, salvo un tipo que me ayudo a recogerlo todo y me tendió una de esas nuevas bolsas grandes de tela. Quería agradecérselo, pero me moría de la vergüenza por el cante que había dado desde que había traspasado las puertas; al final, cuando ya estaba todo recogido murmuré un “gracias” y lo miré.
Delante de mí y sonriendo, el hombre con el que había soñado hacía semanas y con el que había estado deseando volver a soñar ¡no podía creerlo! Sentí que me mareaba, pero me agarró antes de que diera un batacazo contra el suelo y salí con él a la calle prometiéndome a mí misma no despertar más.  

Recordar que todos los derechos están reservados en el registro de la Propiedad Intelectual

jueves, 20 de noviembre de 2014




Aquí estoy de nuevo lobos y lobas, brujas y brujos.

¿Os apetece seguir leyendo mi aventura por tierras irlandesas? Estoy encantada de compartirla con vosotr@s, porque además, creo que es el momento de comentaros ciertas cosas que vi y me volvieron loca.

1 -Primera y más importante: No os fiéis de los semáforos. Son una puta locura.
La primera noche allí yo pensaba que no había viejecitos irlandeses, porque si ya era para mí una odisea cruzar el paso de cebra con el semáforo en verde ¡¡imaginaos a gente con garrotilla!! Puedes estar perfectamente esperando unos 5 o 7 minutos a que el dichoso color pase del rojo al verde ¡¡PERO ATENTOS!! no os entretengáis hablando con el vecino, porque cuando no has hecho nada más que dar dos o tres pasos, el color de la esperanza comienza a parpadear y tienes que apretar el culo y casi correr.

Aunque también hay que reconocer que si se vuelve rojo y estás por la mitad esperan pacientemente y ni siquiera te pitan. (punto para los irlandeses)

2 -Pocos contenedores y papeleras: Eso es algo que me cabreó. Lo primero de todo no reciclan como nosotros, ellos tienen un contenedor morado y otro verde. Uno de ellos para el cristal, el cartón, el plástico, las latas....todo revuelto y en amor y compañía y el otro para los desperdicios orgánicos.

Y a pesar de las pocas papeleras que hay por las calles ¡¡os prometo!! que no he visto basura en el suelo, tan sólo una vez una rueda en el río de Cork y una botella en la linde de una carretera en el viaje por el "Ring of Kerry".
(punto para los irlandeses)

3 -La comida: es sumamente cara y sus horarios para los tentempiés me traían de cabeza, por mucho que lo hubiera intentando era imposible hacerlo como ellos, creo que solamente desayunábamos a la hora adecuada porque había que madrugar para aprovechar el día. (Punto para nosotros, la dieta mediterránea es la mejor)

4 -Cerveza: Si, amigos y amigas, he tenido que ir a Irlanda para cogerle un poco el gustillo a la cerveza, pero sólo la Guinness y como mucho una pinta, que es cara y mi bolsillo pequeño.
Pero no creáis que después de mi viaje me he vuelto una obsesiva-compulsiva de esa bebida ¡¡ni mucho menos!! (Punto para....¿para mí?)

5 - Horarios de juerga: Aún lo pienso y no doy crédito. A las dos y media de la noche los garitos cierran, te echan a la calle de forma descarada encendiendo luces y apagando la música. Ya sabes dónde toca irse: A la calle.
A esas horas la gente se amontona en los restaurantes de comida rápida y algunas personas cogen instrumentos y comienza una nueva fiesta a la intemperie.
En mi pueblo a las dos y media de la mañana aún te puedes encontrar a algún rezagao que no ha pisado todavía la calle, pero allí ya están más pedo que Alfredo y es que las fiestas se le suben a la cabeza ;-)

Ya os hablé del encanto de sus calles, de sus paisajes y de la humedad de sus días; todo me encanta y me ha enganchado (ya estoy ahorrando para un nuevo viaje ¿en San Patricio tal vez?)

6 - Taxistas y lluvias: Eso sí, nunca, nunca, nunca andeis cerca de charcos al lado de la carretera. Los taxistas irlandeses son unos capullos ¿Queréis saber por qué?

Cuando nos despertamos el martes en el hotel de Dublín sabíamos que nos íbamos a empapar. Desayunamos con cierta resignación mirando el mapa. Aún queríamos ver el área vikingo/medieval de Dublín y la catedral de Sant Patrick. El recorrido era alucinantemente largo, llovía bastante e iba cargada con una mochila bastante pesada y que me hacía herida en el hombro, menos mal que mi hermana llevaba parte del equipaje, pero para seros franca....me llevaba a remolque, ella bastante más rápida que yo y aunque intentaba alcanzarla me resultaba imposible (os prometo que acabé con agujetas en los tobillos ¡¡¡en los tobillos!!!)
Conseguimos ver la parte vikinga de la ciudad, si señores y señoras, Yara me mima. pero no íbamos sobradas de tiempo y la catedral estaba aún más lejos, por lo que la dejamos apartada para otra visita, que seguro segurisimo la habrá y retomamos el camino hacia el río y del río a la puñetera estación de tren que parecía estar en el fin del mundo.
Y allí estabamos Yara y yo, luchando contra el viento que se había levantado y contra la rotura de un paraguas que estaba empeñado en salir volando y llevarme con el como si fuera Mary Poppins. Casi corríamos por la acera porque mi mochila empezaba a chorrear agua y los pies de mi hermana habían empezado a nadar en sus deportivas hacía por lo menos media hora, cuando por fin, alcanzamos los terrenos de la empresa de cerveza Guinness y suspiramos pensando que estabamos a 5 minutos. Si...cinco minutos interminables que fueron por lo menos veinte, porque la puñetera fábrica de cerveza es también interminable y cuando pensábamos que había acabado, volvíamos a ver una entrada con su nombre en letras grandes.
Pasaban taxis, autobuses y coches particulares a todo trapo a nuestro lado y llegaron los charcos y con ellos nuestras maldiciones hacía los taxistas. ¡¡Manda cojones!! Uno de ellos pasó tan cerca y a tanta rapidez que nos empapó como los aspersores del parque de mi pueblo, pero éste más a lo bestia Llegamos a la estación del tren con las bragas empapadas, de agua.


















jueves, 13 de noviembre de 2014

Estoy y estamos de enhorabuena ¡¡el blog ha superado las 1000 visitas!! así que imaginar lo contentísima que estoy.

Además voy a enseñaros una foto de mi libro de cuentos registrado en la propiedad intelectual; del que ya habéis leído algo ;-)


Quizás no sea muy glamuroso, ni tiene 200 páginas, pero antes de correr hay que andar y estos son mi primeros pasos, de los que me siento eufórica y super feliz.

Espero que a vosotr@s también os guste y ya sabéis, podéis comentar y preguntar cuanto queráis.

P.D. No desesperéis, a ratitos sigo preparando mi segunda entrada sobre Irlanda, no me olvido jejej

Besos, mordiscos y cariños para tod@s mis lobos y lobas, brujos y brujas ;-)

lunes, 3 de noviembre de 2014



Aquí estoy de nuevo, por tierras españolas y en mi rutina diaria, paseando por las calles de mi pueblo.
Creo que he traído conmigo la lluvia irlandesa, pero si lo pienso bien, es lo justo, en la isla esmeralda no sólo hay un trocito de mi corazón, ahora hay dos, porque he vuelto un poco más enamorada de aquella tierra y mi hermana sigue allí. Por lo tanto, para compensar las cosas, me he traído la lluvia, que buena falta hace en tierras manchegas ;-)

¿Queréis saber que tal me fue en mi viaje?
No puedo negarlo, se me nota en la cara y en mi forma de contarlo: Me fue tremendamente bien. vi tantas cosas que no sé por dónde empezar. Además, ver a mi hermana nada más salir del aeropuerto es algo fantástico. Los abrazos apenas alcanzan a explicar los ratos de ausencia y vacíos en la casa, pero supongo que esperar el autobús tranquilamente sentadas la una junto a la otra como si no nos hubieran separados kilómetros y kilómetros durante un par de meses es suficiente para sentirte bien.
Nuestra semana acaba de comenzar y lo había hecho bien.


Dublín es hermosa, intimidante, llena de misterios, envejecida, lluviosa hay cultura y una mezcla perfecta entre modernidad y antigüedad.
Es cara, agobiantemente cara, tiene muchos chicos guapos y hay muchos pelirrojos jejeje ¿qué mas se puede pedir?

No es una ciudad como Madrid, sus aires son distintos y andar por sus calles ha sido reconfortante y agradable.
He conocido a personas que me han hecho sentir muy cómoda. Era yo misma con ellos y he podido ver, con mis propios ojos, que mi hermana está en buenas manos.

Quizás no lo lean, pero gracias Ani, Mireia, Victor, David, Lisa y Cian. Eso sí, Yara ha sido la mejor compañía de todas jejej.

Me gustaría volver lobos y lobas, brujos y brujas, he dejado cosas sin ver como propósito para una nueva visita y... "maybe" como diría Yara, lo haga ;-)

La próxima entrada también será de Irlanda, aún quedan muchas cosas que contar, aunque espero que con ésta se os haya abierto el apetito, era mi intención.
Besos




sábado, 25 de octubre de 2014

¿Veis esta foto?

Ahora imaginaros una parecida en un lugar distinto, tan verde como podáis imaginar, un lugar de leyendas y mitos. Un país de ensueño y al que siempre he querido viajar.
¡¡Pues allí me voy lobos y lobas, brujas y brujos!!
A visitar a mi hermana (que ya es hora, la echo de menos) a empaparme de magia y a vivir una experiencia inolvidable.

Y queréis saber que es lo más divertido???

Ver a mi madre metiendo todo lo que tengo que llevar en la maleta.
Si, porque una madre es una madre y lo que tú no puedes conseguir lo consigue ella. Eso si, que ni se me ocurra intentar sacar algo hasta que no llegue a tierras irlandesas porque....no voy a ser capaz de meterlo de nuevo jejeje.
Tendría que haberla grabado mientras entremetía ropa, regalillos y otras cosas, ha sido único, creerme.


Me despido cariños y ¡¡recordar!! Si no contesto durante unos días el wasap es porque estoy en Irlanda, disculpen las molestias ;-)


domingo, 19 de octubre de 2014



Una vez más ando por estos lares queridos lob@s, bruj@s.

Esta vez no comparto cuentos, ni experiencias, ni nada, tan sólo cositas que he ido recopilando a lo largo de los años por mi pasión hacía el Samhain o halloween, como quieras llamarlo. (Es mucho más famoso el segundo nombre y parece que tiene más gancho)

Siempre he sido bastante morbosa con las historias de fantasmas y de otros mundos mas allá del vivo y supongo que esa es la razón por la que me fascinan los libros y películas de vampiros y hombres-lobo (aunque también hay bodrios ¬¬)

Para comenzar la noche, en las tradiciones antiguas, se encendían hogueras al crepúsculo, en lo alto de las colinas.
En la mesa, se preparaba un plato más para los fallecidos y se dejaba una silla para que el difunto pudieran sentarse y compartir los alimentos. En Samhain, los fantasmas andan sueltos y pasean junto a nosotros.

Se abren puertas y ventanas para que entren, aunque no sean fantasmas de familiares y después de la cena, los celtas tiraban a la hoguera objetos y ofrendas que simbolizaban los anhelos o padecimientos de cada uno de ellos. Comenzaba un nuevo año y quemando esos regalos en el fuego dejaban atrás lo que no querían y pedían para el año próximo lo que deseaban en sus vidas.

En otro lugares (Extramadura y Galicia hay muchas tradición, aunque es poco conocida) encendían miles de velas para iluminar el camino que seguirían los muertos y en vez de calabazas, los niños abrían y vaciaban sandías tallando ojos y bocas. E incluso cantaban.
En Cáceres, por ejemplo, decían algo como: "La calavera zapatos verdes, vestido de seda..."
En Irlanda, lo que se tallaban eran nabos, aunque hoy en día están de moda las calabazas.

Dicen que es bueno quemar ruda y ortiga. Incluso esencia de romero. Los robles son muy importantes en esta celebración, aunque claro, los robles eran muy importantes para los druidas.
Si se dejan farolillos en las puertas, los espíritus saben que ya no caben más fantasmas en esa casa y se van en busca de otra.
En algunos lugares de Galicia se asan castañas a la luz del fuego mientras se cuentan historias de fantasmas.

¿Y tu, que haces para celebrar la noche de Samhain?


lunes, 13 de octubre de 2014

Y hoy, para comenzar la semana con buen pie y ritmo del bueno....un poquito de música:

El disco completo de Majara
https://www.youtube.com/watch?v=ClB9M12Bv4A

Y Yeska "cabaret de Damas libres"
https://www.youtube.com/watch?v=gK2mCsg0zp0


Disfrutad el día lobos y lobas, brujos y brujas.
Besitos

miércoles, 8 de octubre de 2014

Unas veces tanto y otras tan poco ¿verdad? En poquito tiempo estoy creando varias entradas y espero que no os canséis de mí, lobos y lobas, brujos y brujas.

Os dejo un nuevo cuento para entreteneros durante un rato. 
Espero que os guste:

Curiosidad




Mis hermanos y yo estábamos en casa de la abuela inmersos en la típica limpieza de primavera. Aunque a mi abuela este año le había dado por hacerla a lo grande y andábamos trasteando, arrojando y limpiando objetos que nunca antes habíamos visto. En algunas zonas, el polvo acumulado podía ser catalogado de prehistórico, pero todo tiene un lado positivo y a pesar de que íbamos acabar totalmente exhaustos y cubiertos de mierda, dábamos por seguro que encontraríamos alguna antigüedad que nos ayudaría a indagar en el pasado familiar.
Habíamos echado a suertes las zonas que teníamos que poner en orden, así que desde hacía casi una hora andaba metida en el desván luchando con telarañas gigantes y capas de polvo de al menos ochenta años que se mezclaba con mi sudor, dejándome una textura extraña en la piel. Por única compañera, una bombilla de luz anaranjada que estaba en las últimas.
Nunca antes había entrado en aquella habitación de la casa y todo era nuevo para mí. Así que, cuando ya estaba recolocando el último rincón, tarareando las canciones repetidas por undécima vez en la radio y pensando que no encontraría nada interesante, me topé con un baúl medio roto que abrí ilusionada. Dentro, ropa muy antigua y desgastada de mujer y un cofrecillo oscuro con las esquinas bastante deterioradas. Parecía que se iba a romper entre mis manos cuando lo cogí. Era muy pequeño, con relieves en los lados, una inscripción que no pude leer por la falta de luz y una cerradura oxidada. ¿Qué habría dentro? Busqué entre la ropa la llave, pero no encontré nada, así que lo dejé junto a la puerta, terminé de limpiar y bajé lo más rápido que pude para preguntarle a la abuela que había dentro y dónde estaba la llave; pero tardó un buen rato en hacerme caso de tan enfrascada como estaba intentando limpiar una mancha que solo ella era capaz de ver.
¿De qué cofre me hablas niña? dijo finalmente sin mirarme.
De éste abuela ¿sabes dónde está la llave?
Cuando me miró y vio lo que llevaba en las manos sus ojos se abrieron ligeramente, se le dilataron las pupilas y se le cayó la bayeta al suelo. Sus manos temblaron hasta que las apoyo en sus piernas y evitó mi mirada. Tras unos segundos tomó aire, recogió la bayeta y se puso a frotar el zócalo de nuevo.
La llave se perdió hace mucho tiempo. Arrójalo, no tiene ningún valor. 
—Pero ¿Qué hay dentro? ¿De quién es?
Era de tu abuelo y si la llave no está dónde has encontrado el cofre es que dentro no hay nada. Hizo una pausa, suspiró y volvió a mirarme Deshazte de eso ¿No ves como esta? Tiene que tener carcoma.
Resignada salí a la calle para arrojarlo, pero algo en la actitud de mi abuela mezclada con mi propia curiosidad me hizo volver dentro y guardarlo en mi mochila. Aunque en mi pueblo aseguran que la curiosidad no es buena consejera.
Al volver a casa me duché, me puse ropa cómoda y me encerré en mi habitación. No tenía ningún motivo para no contarles el descubrimiento a mis hermanos, pero no me apetecía lo más mínimo, así que lo limpié sola con un paño húmedo y estudié la inscripción.
Parecía una palabra, pero debido a la caligrafía infantil con la que estaba escrito, me costó unos minutos distinguir el nombre: María
       Repasé mentalmente mi árbol genealógico y caí en la cuenta de que sólo había habido una mujer con ese nombre en mi familia, mi tía abuela. Aquello sin lugar a dudas era una reliquia familiar, así que el cofre que sujetaba debía ser de ella, de la hermana mayor de mi abuelo, que murió siendo muy joven. Forcé la cerradora sin ningún cuidado y abrí la tapa; el olor a viejo alcanzó mi nariz mientras cogía unas hojas amarillentas de aspecto gastado, como si se hubieran leído una y otra vez durante mucho tiempo.
Las desdoblé y empecé a leer:
“No sé en qué manos ha caído este testimonio; ojalá fuera en las tuyas amor, pero lo dudo mucho.                                                                                                                                         
No se escribir, por lo que mi hermano pequeño está escribiendo esto por mí, porque comparte y entiende mi dolor. Madre me ha encerrado para que no vuelva a verte; ni siquiera me deja salir al mercado, así que ocupo el tiempo limpiando la casa una y otra vez.
Sufro por la falta de libertad, por saber que no tengo fuerza para enfrentarme a ella y por saber que no voy a volver a verte. Estoy cansada de esperar que las cosas cambien, triste porque no puedo vivir una vida que sólo alcanzo a ver en sueños y enferma. Mis hermanos intentan ayudarme todo lo que pueden, les preocupa mi salud, pero a mí, a estas alturas, todo me da igual. Aunque en un último y desesperado intento, he hablado con madre para hacerle entender que nos queremos y que eres lo suficientemente bueno para mí, para hacerme feliz. Pero intentar que me escuche ha sido como pretender derribar un muro de piedra con mis manos. Un esfuerzo inútil.
No tengo forma de protegerme de ella ni de su forma de cuidarme, siempre ha sido demasiado fría, intentando controlar la vida y felicidad de todos pero sin llegar a ser capaz de protegernos de lo verdaderamente dañino. Me ve débil, vulnerable y lo soy, pero es tarde para defenderme del mundo. Lo ocurrido no puede cambiarse; todos en esta casa lo sabemos, no se puede remediar el pasado pero ella, si quisiera, podría ayudarme a construir algo hermoso contigo, algo que me hiciera sentir normal y viva.
Tú y la rutina seríais un alivio para mi dolor. Pero nunca lograré hacer que lo entienda. Es imposible 
Mi hermano y yo somos conscientes de la maldición que pesa sobre la familia. Hace tiempo que el amor se alejó de nosotros montado en un tren camino a la guerra y acabó aplastado bajo el desastre y la pena de la sangre y las balas. Padre murió y con él, la esperanza de la felicidad. Sufriremos el desamor y el olvido durante generaciones. Moriremos jóvenes o envejeceremos solos. No hay cura, remedio o salvación para nosotros. El amor nos ha olvidado y ésta es nuestra herencia.
Pero a ti, amor, te libero. Quedas libre de estas cadenas. Reescribe tu historia y borra mi nombre de tu pensamiento. Graba uno nuevo en tu corazón.”

Leí las últimas líneas con un nudo en la garganta. Las letras que graciosamente había comparado con las de un chiquillo de primaria eran de mi abuelo y habían acabado siendo un borrón casi ilegible que demostraba el sufrimiento que había vivido en aquellos momentos.
Mi madre nos había contado a mis hermanos y a mí que la tía abuela María murió de pena, alejada de quién amaba y por la carga emocional y física de haber sufrido los abusos que sufren las inocentes y los desprotegidos en un mundo de hombres.
Me estremecí, lentamente había caído en la cuenta del significado de las palabras de aquél documento ¿de verdad éramos portadores de una maldición de ese calibre? Si me paraba a pensar, era cierto que mi abuelo había muerto muchos años atrás, mi tío Juanjo se había separado al poco tiempo de casarse, la pareja de tía Carmen murió al poco de prometerse y mi padre estaba muy enfermo. Eran hechos a tener en cuenta después de leer la carta, y lo que me parecía más terrible es que ese supuesto sortilegio alcanzaba a terceros, a las parejas de mi familia, y los privaba, igualmente, de la felicidad. Pensé en mis hermanos y en mi misma ¿el destino iba marcando nuestro camino? Esperaba que no. Los gemelos vivían la vida y no parecían dispuestos a ser fieles, mi hermana acababa de empezar una relación y yo, yo vivía con el corazón roto desde hacía un tiempo. Pero ese tipo de cosas pasaban en cualquier casa ¿no?
Me fui a la cama con el corazón en un puño y pase la noche entre sudores y malos sueños.
Al día siguiente fui al cementerio con mi madre y visitamos la tumba de María.
¿Qué paso con el hombre?
¿De qué hombre hablas?
Del enamorado de María.
¡Ah! ¡Hablas de Plácido! Se casó con otra mujer años después de que muriera mi tía. Creo que tuvieron tres o cuatro hijos hizo una pausa y señaló la lápida contigua a la de ella─. Pidió que lo enterraran a su lado. Ésta es su lápida.
Miré alternativamente las fotos de las tumbas. La imagen de él me mostraba a un hombre moreno y de sonrisa cálida, la de ella a una muchacha triste y muy bella.
¿Crees que esta familia padece una maldición? le pregunté después de un rato en silencio.
¿Una maldición? ¿De qué tipo?
De amor.
Evitó mi mirada, acarició ambas fotografías y se alejó. La alcancé unos segundos después y esperé su respuesta. Suspiró.
A veces lo he pensado, pero es algo a lo que prefiero no darle muchas vueltas. La vida es como es, a veces demasiado dura y triste, lo que nos facilita creer en maldiciones y milagros hizo una pausa, cogió un mechón de su pelo y lo enredó una y otra vez en su dedo Y con respecto al amor, al tipo de amor que toca el alma y dura para siempre, quizás es algo tan frágil que solo pueda existir en los cuentos de hadas y las leyendas.

Tras aquella conversación no volvió a surgir el tema, aún no sé muy bien porque. Quizás sentí miedo. Pero escribo esto veinte años después, observando cómo se esconde el sol desde la terraza. Sola. No es un anochecer bonito, ni tiene colores memorables. Solo es la oscuridad engullendo a la luz entre tejados y chimeneas que escupen humo.
Maldición real o no, no hay nadie que me espere en casa. Nadie que me caliente las sábanas cuando me acuesto tarde y mucho menos que me sonría detrás de la taza del desayuno. El amor pasó por mi corazón, pero se fue, dejándome fría y con un profundo vacío.
Y es que, como aseguran en mi pueblo, la curiosidad no es buena consejera.


Todos los derechos reservados en el registro de la propiedad intelectual


lunes, 6 de octubre de 2014



¡¡¡Ya ha llegado!!! Siiiiii, mi querido y deseado otoño ya esta aquí y me siento la mar de bien, aunque no solamente por eso.
¿Sabéis cuantos días quedan para que cumpla mi sueño y por fin vuelva a ver a mi hermana?
Unos veinte diejas de nada, aunque a veces se me hacen eternos y otras veces, demasiado cortos.
Las horas se alargaran o no, según mi estado de ánimo ¿pero que puedo deciros? Saber que me queda tan poquitisimo tiempo para reencontrarme con ella me tiene en una pequeña nube. Además, voy a ver las calles irlandesas engalanadas para el Samhain. Y diréis ¿que coño es eso? Pues la fiesta de halloween pero dicho de una forma un poco mas...guay.
Es una antigua fiesta celta y su nombre verdadero es ese, pero no voy a daros una clase de historia, porque ni vosotros queréis leer algo así ni a mi me apetece escribirlo; otro día, si me lo pedís, tal vez haga el esfuerzo jejeje.

He hecho un pequeño simulacro de mi maleta de mano. Creo que voy a poder meter todo lo que quiero llevarme (cruzo los dedos) y aún me queda hacerme el pasaporte. No es estrictamente necesario porque Irlanda está dentro de la Unión Europea, pero Yara dice que no está de más, ya que lo piden en algunos garitos. Tengo que hacer el puñetero check in ese, o como se escriba y apuntarme algunas frases en inglés para no parecer tan paleta entre tanto irlandés ¡¡me tiene loca eso de no tener ni pajolera idea del idioma!!

De nuevo os animo a seguir mi blog y a visitar el de mi hermana la aupair ;-)

http://volandoconmispropiasalas.blogspot.com.es/

Mis queridos lobos y lobas, brujos y brujas, me despido por hoy. Volveré... jejeje



martes, 30 de septiembre de 2014


Tengo una hermana de amor ¿lo veis? Pues si, nos manda estas postales con todo el cariño del mundo. Desde Irlanda con amor jejeje

Sé que os tengo un poco olvidados lobos y lobas, brujos y brujas, pero no os preocupéis, estoy preparando cositas, aunque todo necesita su tiempo. Mañana o pasado mañana subiré otra entrada para que os entretengáis. De momento aquí os dejo con estas fotitos y el enlace de su blog: 


Os deseo un buen día mis queridos lectores y recordar: No seáis tímidos y haceros seguidores de mi blog (es gratis jejeje)

lunes, 15 de septiembre de 2014

Hola brujas y brujos, lobos y lobas.

Hoy no es día de cuentos o experiencias como hermana de una aupair. Es día de oxigenarse, de salir a correr y ver los nubarrones suspendidos en el cielo para recordar que estamos a punto de darle la patada al verano y abrirle las puertas de par en par al otoño, mi estación favorita.

Pero aunque tenga el otoño a la vuelta de la esquina, sé que hoy no es un buen día para encender la tele y ver las noticias ni escuchar lo malo del mundo.
Hoy, las horas del día se hacen cortas, o largas, según en el minuto en el que me encuentre y me siento a flor de piel, por eso la necesidad de oxigenarme, de dejar entrar el O2 a mi cerebro y a cada partícula de mi cuerpo. ¡A ver si consiguen espabilarme!

Las distancias se hacen más largas en día como este lunes loco en el que me he despertado pensando que era sábado. Las semanas del calendario, meses. Las palabras, incluso podrían llegar a ser cuchillas cortantes ¡¡y es que hoy es un día de esos!! De los chungos en los que tu cerebro pasa de ti y la gente no hace o dice lo que te gustaría que hicieran o dijeran. "Estas cosas pasan, Selena". 

Soy una privilegiada con días malos y preocupaciones vanas, o no.

Poco más puedo decir en este lunes tonto. Sólo un consejo para las chicas (y también para los chicos que tengas tetas grandes): Si salís a correr, elegid bien el sujetador que os vayáis a poner y que no os pase como a mi, que he tenido que ir sujetandomelas todo el rato ¡que dolor, coño!

Lobos y lobas, brujas y brujos....que tengáis una buena semana. Volveré, como los malos en las películas de miedo ;-)

¡¡Por cierto!! Además de compartir con vosotr@s mis cuentos y mis experiencias varias, estoy pensando que también os voy a ir contando como es eso de preparar las bodas de plata de tus padres con tu hermana Yara-aupair a cientos de kilometros. Una divertida odisea, supongo.

Besos a todos y todas

viernes, 29 de agosto de 2014

Ser la hermana de una aupair no es tarea fácil. Al menos para mí. Y eso que sé que todo le va bien, o al menos como era lo esperado.
Pero remontémonos meses atrás, cuando comenzó todo....

Desde el primer momento en el que me dice que se ha metido en la página web de l@s aupair ya sabes que es inminente. Que aquello que decía de pequeña de ser una viajera y no parar de ver lugares nuevos y exóticos a comenzado, y lo peor, no sabes cuando acabará...

Los primeros días son momentos de contradicción, de locura, porque quieres que alguna familia se ponga en contacto con ella y a la vez no lo deseas. Y te repites una y otra vez como una especie de mantra: "Esto es lo que quiere y tienes que apoyarla".
Pero algo dentro de ti se ha divido en dos y sigues teniendo la cabeza hecha un lío, hasta que, pasando los días la primera familia se pone en contacto con ella y resulta ser un fiasco y ves como tu hermana se desilusiona y tu, claro está, con ella. Incluso llegas a mosquearte.
Entonces, con la ayuda de la jefa de la casa (mi madre) se modifica un poquito el curriculum y ¡¡tachán!! una lluvia de familias en cuestión de una semana.
Eso si que es una locura. Llegan las primeras conversaciones por email, la cosa va pintándose seria y lo sabes. Ves su cara de "no me lo puedo creer" unida a la sensación de vértigo y sus ojos abiertos como platos.
No hay marcha atrás, está dando los primeros pasos para cumplir su sueño, para alejarse de ti.

Que si he hablado con una familia irlandesa, que si con una francesa, que si no se que hacer.... Todo son "que sis..."  Es ahí cuando te das cuenta que tu no podrías ser aupair.
La ves esforzándose en los estudios, porque claro, quiere irse, pero lo primero es lo primero. Tiene que sacarse el título de educadora infantil y aunque su cabeza esta a ratos en la luna de Valencia (lógico y normal por otra parte) consigue, sin creérselo ella misma del todo y sorprendiendo a mucha gente (Algunos sabíamos que lo conseguirías) sacarse el título. Se toma unos días de descanso y de nuevo a trabajar un poquito más, esta vez son las prácticas y el trabajo de fin de módulo (una puta mierda para quien no lo sepa)
La familia se va afianzando y tienen las primeras conversaciones vía skype.
El día antes ves apuntes de inglés que ni recordabas que tuviera, la mesa esta llena de cuadernos y el diccionario, very important, debajo del brazo.
Y cuando llega el momento va y ¡zasca! resulta que a la familia les gusta tanto España que la entrevista es en español (me meo de la risa) Entre trancos y barrancas, días buenos y malos, dudas y más dudas, le dice a la familia francesa que se decanta por los irlandeses (bien por ti Yara) Y la familia escogida le manda unos videos de las pequeñas: unas rubias encantadoras que te dan ganas de comerte jejejej

¡¡¡Como veis todo una locura!!! Pero como podréis imaginar la cosa no acaba aquí.
Aunque si queréis saber más tendréis que esperar un poquito lobos y lobas; brujos y brujas.
La aventura continua y si queréis leer su experiencia de primera mano aquí tenéis su blog:
http://volandoconmispropiasalas.blogspot.com.es/

Besos a todos y todas ;-)

domingo, 17 de agosto de 2014

Ya te has ido. He recibido tus primeras imágenes de aquél país que se me antoja muy lejano. Y pareces contenta.
Pasado el momento despedida y la crisis de "nunca he montado en un avión pero aquí estoy haciéndolo más cagada que nadie, nerviosa, sola y a cada paso que doy olvidando lo poco que sé del inglés", llegaste. Y una parte de ti, a pesar de las lágrimas, de los sofocos y de los nervios, sonreía; si, sé que sonreías.

Ya sólo te queda ir poniéndonos al día y disfrutar, mucho y a cada paso.
Por mi parte sabes que te voy a echar de menos. Dos meses, hasta octubre, se me antojan muy largos. Pero es la ley hermanil, echar de menos porque sé que es lo que tu deseas.

Una vez más me ayudas a inaugurar otra sección de mi blog: esta vez la de los cuentos.
¿Y porque no empezar con el que te regale hace unos meses, para tu cumpleaños? Ahí va....espero que te guste verlo aquí.

Besitos mi pequeña bruja.

                                                                                                                                               Aventura


Aquella mañana me levanté fatal. Y no precisamente por estar de cachondeo hasta las ocho de la mañana y haberme pillado un pedo del quince; si no por algo más loco, más simple y con lo que me había ganado un enorme cardenal en el culo del tamaño de una manzana…
Continuad leyendo, continuad….
Tengo 25 años, una edad perfecta para tener trabajo, ir de compras, discutir con mis padres y querer asesinar a mi hermana al menos una vez cada quince días porque no me hace ni puto caso. Pero no, si he de ser sincera soy demasiado pringá como para eso, así que solo me complico la existencia para buscar regalos buenos, bonitos y baratos para los cumpleaños y hacer de ese día algo un poquito más especial.
La historia comienza unos días antes del cumpleaños de mi hermana. Es la cuenta atrás desde que lleva dando el coñazo, a principios de octubre. ¿El problema? Que deseo hacerle un regalo único y especial para su veinte aniversario, pero ¿qué?
¿Libros? Muy visto, y tiene tantos que podría abrir una biblioteca ¿Películas? Es tan sencillo descargarlas que no tiene mérito ¿Algo manual, casero, hecho por mí misma? Podría montar un “mercaillo” alternativo en la puerta de casa con todo lo que tiene recogiendo polvo en su habitación. Así que… ¿Qué? Esa era mi gran duda existencial, la que me amargaba los días, me desvelaba las noches y me hacía tener pesadillas.
Miré por internet, la gran variedad de productos me abrumó: zapatillas calienta-pies (las metes en el microondas y desprenden un delicioso olor a lavanda), despertadores que vuelan para que te levantes apagarlos, otros te echan agua para que tengas una mañana fresquita, e incluso venden camisetas con mensajes graciosos que parecen las pantallas luminosas de las carreteras. Hay tanto….pero nada lo suficientemente bueno para su veinte cumpleaños porque los veinte, son los nuevos dieciocho y no se puede regalar cualquier cosa.
¿Sabéis que es un gamusino? No mucha gente sabe lo que es, incluso algunos pardillos creen que no existen, que son simples leyendas; formas que tienen la gente de los pueblos de reírse de los listillos de ciudad, pero no. Realmente existen, son de carne y hueso y yo los he visto.
Es un animal “tipical spanish”, no se puede encontrar en ningún otro lugar. Del tamaño de un furby, de grandes ojos oscuros y de colores pardos, aunque también los hay rojizos. Rápidos, inquietos, asustadizos y golosos. Suaves y adorables. Como ardillas esponjositas. Un regalo original, diferente, único… ¿El problema? ¡Ay amigos, que la teoría para hacerse con ellos es muy cómoda y satisfactoria! Y cuando tracé mi plan sentada en mi escritorio a lo calentito, no pensé en todo lo que padecería en la vida real, en la sierra herenciana, a menos dos grados y ¡a oscuras! ¡Si lectores míos! Allá en lo alto, helaica de frío y con luna nueva.
Subí con ganas de comerme el mundo, abrigada con mi mejor abrigo (estilo inspector gadget) bufanda al cuello y guantes de piel de borreguito, pero con una gran duda que no dejaba de rondarme por la  cabeza: ¿cómo coño se caza un gamusino?
Regla número 1: Hay que ser rápidos, ágiles (y yo me tropiezo con mis propias piernas haciéndome un nudo doble)
Regla número 2: Paciencia, paciencia y paciencia, que para eso es la madre de la ciencia.
Y regla número 3: Llevar gusanitos de esos de bolsa azul, de los que comen los niños pequeños hasta quedar con las manos pegajosas y asquerosas; perfectos para el centrifugado de la lavadora.
Cabe decir que lo único que hice bien fue llevarme los gusanitos; lo demás… Sentaos y seguid leyendo:
Alcancé la cima de la sierra a la una de la madrugada, arreciaica de frío y con una linterna que estaba en las últimas. Dejé mi macuto entre un par de rocas, dentro llevaba una red para darle caza al bicho y un par de bolsas azules de más por si las moscas, además de un bocata por si me entraba el hambre. Me senté en una de las piedras y esparcí los gusanitos en hilera, como buena fan de E.T y esperé. Y esperé. Y esperé...
Cuento con la descabellada idea de que quien quiera que esté leyendo esto nunca ha vivido lo que yo, por lo que nadie sabe lo que es estar allí arriba, sola, en una noche sin luna y con una cabeza donde fermenta la imaginación y se reproduce. Además te estas clavando la roca en el culo y para colmo de males escuchas un ruido demasiado grande para que sea un gamusino saliendo a jugar. Entonces recuerdas los capítulos de Cuarto Milenio y las miles de conversaciones con tus amigos sobre ovnis, monstruos y demás seres sobrenaturales y dudas si iluminar con la linterna la zona donde te ha parecido escuchar el ruido o si hacerte la tonta y seguir a lo tuyo. La ley del cobarde es que si tú no ves, no te ve nadie. Así que contuve la respiración, entorné los ojos intentando distinguir algo en las penumbras y surgió la paranoia: Me vi rodeada de fantasmas y de extraterrestres que hacían cola para aterrizar sus OVNIS, sacudí la cabeza, todo era producto de mi imaginación. Intenté concentrarme y vi por el rabillo del ojo como un puñado de gusanitos desaparecían ¡LOS GAMUSINOS YA ESTABAN AHÍ! Entré en modo de ataque, iluminé con la linterna el cebo y abrí bien los ojos. Algo me rozó la pierna pero no llegué a verlo y otro puñado de gusanitos desapareció.
Me desmoroné al pasar una hora, dos, dos y media. Apenas veía figuras borrosas que se cachondeaban de mí y de mi ineptitud. Si apenas los veía ¿cómo iba hacerme con uno? Aguanté como una jabata hasta las seis de la mañana, pero a esas alturas el dios Morfeo tiraba de mis párpados con tanta fuerza que solo conseguía mantenerme despierta por miedo a morir congelada. Hacía ya rato que no sentía los dedos de los pies y de las manos, por lo que cansada, decepcionada y cabreada conmigo misma tiré el último puñado de chuches y me puse en pie. Moví las piernas y los brazos intentando desentumecerme, recogí los bártulos, me di la vuelta dispuesta a irme y….allí estaba. ¡Si, allí! Sujetaba un gusanito de maíz entre sus manitas, parecía tan feliz que me cabreé ¡en serio! ¿A las seis de la mañana? ¿Qué tenía que hacer ahora? Vacilé unos instantes, pero al final saqué poco a poco, para no asustarlo, la red de la mochila y me preparé. Durante unos momentos me encandiló su aspecto tan mono, parecía tan suave…. Conté hasta tres y me lancé en plancha a por él.
El impacto de mi cuerpo contra la tierra me dejó sin aire. No podía comparar aquél golpe con nada cuanto hubiera sentido antes; me mareé, boqueé buscando el oxígeno que no entraba en mis pulmones espachurrados y contuve un gemido. Creo que hasta la tierra tembló. Pero el gamusino, como si viera llover, apenas se había apartado unos palmos, lo justo para escapar de mí y seguir libre. Inhalé una vez más, comprobé que todo seguía donde debían estar y me puse de cuclillas; malamente, claro está, pero conseguí adoptar una postura medio digna antes de lanzarme nuevamente a por él.
Y esta vez, mis piños casi acaban clavados en la piedra donde momentos antes había estado el gamusino. Y mis codos, triste de ellos, acabaron totalmente despellejados. Me puse en pie, desechando el dolor e intentando recuperar la poca dignidad que me quedaba y que acabó abandonándome cuando me escurrí con el tomillo escarchado y di con el culo en el suelo, justo encima de una piedra. Dolía, dolía mucho y los ojos se me llenaron de lágrimas que no me permití el lujo de derramar. Dolorida pero orgullosa, recogí la mochila, la red, la linterna, que había terminado a un par de metros de mí y que milagrosamente aún seguía iluminando y me fui. Me fui lo más rápido que me lo permitieron mis cortas piernas. Huyendo de un gamusino de un palmo, con la dignidad por los suelos, pero prometiendo volver, como en las películas de miedo.
Durante las horas de sueño, pocas pero increíblemente reparadoras, restablecí el orgullo, la dignidad y planeé una nueva estrategia. Necesitaba un cómplice, un aliado. Aquello era la guerra.
Los observé mientras comíamos. ¿Cuál de entre ellos sería la mejor opción? Mi madre, ágil; mi padre, rápido, o mi hermana; la cumpleañera. Me encogí de hombros mentalmente ¿Qué mejor manera de pasar un cumpleaños que con una aventura?
Tengo que avisaros queridos lectores, que despertar a mi hermana en mitad de la noche conlleva un riesgo que muy pocos están dispuestos a correr. Aunque he de decir a su favor que ese noche le pegué un susto de muerte. Después de estar diez minutos llamándola suavemente tuve que darle un pescozón para despertarla y cuando abrió los ojos me encontró con la cara pintada al estilo indio americano y por poco le da un infarto y se muere. Escuché en un documental que los colores tienen magia y si desde tiempos inmemorables en las tribus se pintaban para sus ritos y celebraciones, ¿Por qué no iba hacerlo yo? Cualquier ayuda era poca…
Tras quince minutos de esfuerzo supremo para sacarla de la cama y unos minutos de rigor para que se vistiera, salimos de casa. Una parte de ella seguía durmiendo, lo tuve claro cuando la vi andar medio zombi por la calle con las manos metidas en los bolsillos. No me dirigió la palabra en todo el paseo y lo entendí, sabía que formaba parte de mi castigo por extralimitarme en mis deberes como hermana. Pero cuando se percató de hacia dónde nos dirigíamos no aguantó más.
     ¿Dónde coño vamos?
     A la sierra.
     ¿Y no podíamos haber ido por la mañana?
De nuevo aquella mirada asesina.
     Esto forma parte de tu regalo de cumpleaños, así que guarda silencio y sígueme.
Nos internamos en la oscuridad, ella resignada, yo totalmente emocionada ante la aventura y ascendimos. “Esto da canguelo”, la oí murmurar un par de veces, pero finalmente llegamos arriba resoplando y sin aliento. Ocupamos un lugar estratégico y abrí la mochila, saqué un termo con nesquik calentito y un par de magdalenas para cada una; rodilleras y coderas; guantes por si cuando lo cazáramos se defendía y un par de redes extra grandes. Lancé los gusanitos por el suelo.
     ¿Qué haces loca el puto?
     Sígueme el rollo y cuando oigas un ruido….ilumina con la linterna.
     ¿Qué hacemos aquí? – estaba perdiendo la paciencia.
     Buscar tu regalo
     “Buscar mi regalo…” – dijo repitiendo mis palabras con vocecita de querer lanzarse a por mí – Si, muy bien. Ahora me lo explicas un poco más detalladamente o me bajo ahora mismo y me vuelvo a meter en la cama.
Me removí incómoda. No sabía si decirle la verdad o una mentira, aunque si no le contestaba algo rápidamente sabía que se bajaría y me dejaría plantada. Opté por la verdad.
     Voy a regalarte un… un gamusino.
     ¿Cómo?
     Me has oído perfectamente.
     ¡Estás loca!
     Un poco sí. Pero es el regalo perfecto, eso no me lo puedes discutir.
     No existen, pringa.
     Si existen, vi uno ayer. Solo hay que tener paciencia.
Guardamos silencio muuuucho tiempo, tanto, que pensé que se había dormido aunque cuando la iluminé tenía los ojos abiertos como platos y casi me saca los míos por cegarla con la luz. Entendía su mal humor, pensaba que estaba con su hermana en la sierra, de noche, por una simple alucinación o, dentro de lo malo, por una broma de mal gusto. Aguantaba por no dejarme sola, lo tenía claro y me alegraba que estuviera conmigo porque de esa forma, esa noche, no hubo seres sobrenaturales ni fantasmas que me acojonaran, además, a pesar de no querer hablar se había comido las magdalenas y se había bebido el cacao, así que no estaba tan enfadada.
Pasada la primera media hora y cuando ya pensaba que su paciencia había llegado al límite, los escuchamos. Me dio un meneo en la rodilla.
     ¿Has oído eso?
     Ya están aquiiiiií. – dije con voz de ultratumba.
Me enfocó la linterna en los ojos.
     Eso no tiene gracia, idiota. – Casi me eché a reír, pero era preferible ponerse las rodilleras y coderas de seguridad antes que enfadarla. Le di las suyas.
Observaba atónita como los gusanitos desaparecían ante sus ojos, sintiendo como los gamusinos pasaban a su lado y le rozaban, estaba alucinada.
     ¿Son de verdad?
Asentí y eché otro puñado más. Rezaba a todo el panteón griego porque el bichito que tan mal me lo había hecho pasar la noche anterior apareciera y nos permitiera cogerlo. Casi no había acabado de desearlo cuando señaló un punto a mi izquierda y digo muy bajito.
     Mira.
Allí estaba, mirándonos con esa cara tan tierna, con una chuche entre las manos y moviendo el hociquito. Saqué las redes y le di la suya.
     ¿Qué haces?
Me miraba con cara de mala leche y me encogí de hombros.
     ¿Cazarlo? – le pregunté sabiendo que aquello no era lo que quería oír.
     Ni de coña. Verdaderamente estás loca de remate. ¿Desde cuándo nos gusta la caza?
     Es que este es mi regalo para tu cumpleaños y no tengo otro.
     Pensaba que estabas de broma, pero ni locas vamos a cazar a un animal. Tu regalo ha sido bueno, me has enseñado un gamusino de verdad. Es suficiente.
Estaba decidida, lo vi en sus ojos, así que guardé las redes y me quité las protecciones. Estaba incómoda, no sabía qué hacer. Ella se puso de pie despacio, acercándose al bichejo con un gusanito en la mano. No lo asustó, olisqueó su mano y le robó el dulce.
     Dame otro.
Le di un puñado más. Esta vez mi hermana no le puso fácil coger la comida y se fue alejando de poquitos en poquitos hasta que estuvo nuevamente sentada en la roca y el gamusino comiendo felizmente entre nosotras. Cuando se acabaron las chuches se acercó a nuestros cuerpos olisqueando y buscando. Se subió a sus rodillas y a sus hombros, rebuscando entre los pliegues del abrigo y la bufanda.
     Será mejor que nos vayamos. Ya no tenemos nada más que darle. – Me miró sonriendo. – Muchas gracias. Ha sido muy bonito.
No supe que contestar así que sencillamente le sonreí, recogimos los bártulos y comenzamos a bajar la sierra. El gamusino nos siguió entre saltos y nos paramos. ¿Qué quería? Se subió sobre mi hermana, se acomodó entre sus manos y al cabo de unos segundos estaba roncando. El cielo comenzó a clarear detrás de nosotros.

(Si habéis llegado hasta aquí lobos y lobas, brujos y brujas, os lo agradezco. Habéis sido testigos de nuestra unión como hermanas, que tal vez no sea única pero si es especial.)

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